18.3.09

Miré a través del cristal, eran las nueve exactas, según marcaba el reloj de la pared del fondo. En la calle hacía un frío insoportable, capaz de calar en los huesos del más entrado en carnes.
Me dispuse a entrar en el edificio. Abrí de forma enérgica aquella antigua y chirriante puerta, para acto seguido, y ya en el interior, cerrarla detrás de mí, lenta y silenciosamente. En ese mismo instante mi cuerpo fue invadido por una agradable sensación de calidez y pude percibir aquella que sin duda era para mí la esencia de mañana; mezcla de café y pasta recién salida del horno. Un aroma que desde muchos años atrás era capaz de embriagar por completo todos mis sentidos. Di un vistazo rápido a aquel pequeño local, torpemente m
e dirigí a la mesa más alejada de la puerta, abandoné mi compañera de viajes ubicándola en una silla enfrente a mí y finalmente me dispuse a esperar a que me atendieran. Respiré profundamente, quería a saborear, esta vez con más intensidad todo el aire que me rodeaba, "delicioso" pensé.
Casi todas las sillas del local estaban ocupadas por gentes removiendo una y otra vez las cucharillas en su respectiva taza, la mayoria eran mediana edad, algunos pulcramente vestidos con traje y camisa, otros con una sutilmente descuidada y aún adormecida apariencia. Desvié la mirada hacia la barra, que contenía una serie de cruasanes bañados en chocolate, pastas de crema y pequeños pasteles de fresa con cerezas realmente apetitosos.
-Que quieres?
Dirigí mi atención hacia la camarera, una mujer de voz seca que debía de rozar los cincuenta y pocos años, muy delgada, con unas facciones duras y poco agradables, acentuadas por un cabello algo rojizo, que dejaba al aire algunas canas y una poco estética raíz de un tono entre castaño y grisáceo. Iba atuendada con unos pantalones negros y una blusa color crema, cubiertos por un delantal verde oliva algo oscuro. Pese a su aspecto, su mirada contenía cierta dulzura y un algo más que sería incapaz de explicar.
Pedí un café con leche (no me gustaba llenar el estómago de buena mañana), que me trajeron apenas un minuto más tarde. Parecía estar quemando. Esperé un minuto y al fin le di el primer sorbo al día.