12.2.12

Sé que pasados los solsticios y al colisionar contra el suelo, el mar más profundo estará encantado de dejar que me sumerja en su salCuando la respiración vuelva a doler, el traicionero, perpetuamente dispuesto, será mi hogar. Y es precisamente entre sus entrañas, donde el sol no da cobijo, el lugar en el que no hay enemigo que sea contrincante. Presión. Frío en los huesos.

Maldito embaucador, que arrebatas mensajes, botellas y jóvenes náufragos.